Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100168
Legislatura: 1887-1888
Sesión: 7 de mayo de 1888
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Botella.
Número y páginas del Diario de Sesiones: 104, 2137-2139.
Tema: Presupuestos del Estado y proyectos económicos.

El Sr. Presidente del Consejo de Ministros (Sagasta): Empiezo por declarar que es plausible el deseo del Sr. Botella; no hay más sino que me parece que S.S. se alarma demasiado, o mejor dicho, se alarma sin razón ninguna, teniendo en cuenta lo que ha pasado todos los años.

Nunca con menos razón que ahora pretende el Senado quejarse, y puede quejarse el Sr. Botella, de que los presupuestos, las leyes económicas no se discutan, porque, en realidad, sabe el Sr. Botella, que hace algún tiempo se está ya ocupando el Senado en asuntos económicos relacionados directa e inmediatamente con los presupuestos, hasta el punto de ser parte integrante de los mismos, y que todavía falta cerca de dos meses para que espire el plazo en que deben estar aprobados. Jamás, que yo recuerde, se ha ocupado el Senado con tanta anticipación de las cuestiones de presupuestos, porque si el Sr. Botella repara bien, lo mismo algunos proyectos de ley que están en el Congreso, que proyectos de ley que hay ya en el Senado, y algunos de los cuales están hasta discutidos, son realmente el presupuesto de ingresos, y una vez discutidos esos proyectos, queda en realidad discutido el presupuesto de ingresos; y el de gastos se halla ya sobre la mesa del Congreso, cosa que tampoco ha sucedido nunca.

Por consiguiente, yo no digo que el Senado no pretenda, y hace bien, que vengan aquí los presupuestos con la debida anticipación para que los señores Senadores los puedan estudiar y discutir despacio, pero puesto que este es el año que más pronto han venido las cuestiones económicas al Senado, paréceme que no es oportuna la queja del Sr. Botella.

Por lo demás, crea el Sr. Botella que el Gobierno tiene más interés que S.S. (lo cual no ofrece nada de particular precisamente por el cargo que ejerce) en que los presupuestos sean debidamente discutidos y oportunamente aprobados. Y eso sucederá, incluso con los presupuestos de la Península, siquiera el Gobierno, en caso de extremo apuro, pueda pasarse sin la aprobación de estos presupuestos; pero como tiene gran interés en lograr que se discutan, se discutirán. Para esto claro está que cuenta con el patriotismo de todos, y en primer término con el patriotismo del señor Botella, porque no tendría cuenta ninguna al país que no se discutieran los presupuestos, siquiera en ellos no vengan todas las economías que reclaman algunos Sres. Senadores y Diputados, economías que con mucho gusto haría el Gobierno y en mayor escala que las que se le reclaman. Pero el Gobierno irá hasta donde pueda ir, y si no pudiera llegar hasta donde algunos Sres. Senadores desean, llegará hasta un punto tan conveniente para los intereses del país, que hará lo necesario por conveniencia del mismo país, que los presupuestos se discutan.

Claro está también que si las economías no alcanzan hasta el grado que el Sr. Botella desea (que yo no sé todavía cuál es, porque no lo ha manifestado), irán, sin embargo, más allá de lo que hasta ahora se ha hecho, y no es cosa de que ya que no participe el país de todas las economías que sean convenientes y que S.S. desea, se vea privado de las que se pueden hacer, y a esto es a lo que aspira el Gobierno.

Resulta, pues, que el Senado se está ya ocupando en la cuestión de presupuestos y que también se ocupa en ella el Congreso, con una anticipación que no se ha conocido jamás, porque estamos a primeros de mayo y se halla ya el dictamen del presupuesto de gastos sobre la mesa del Congreso, no estando también el de ingresos porque depende la emisión de aquél de las leyes que discute en la actualidad el Senado, de otras que ya ha discutido, y de las que, como la cuestión de alcoholes, examina el Congreso en estos momentos. De modo, que en realidad se discute ahora en el Senado el presupuesto de ingresos y en el Congreso el de ingresos y el de gastos. Me parece que más actividad no se puede pedir.

Voy a hacer además otra observación al Sr. Botella. Claro está que faltan todavía cerca de dos meses [2137] para llegar al nuevo año económico; pero si faltaran cuatro, yo tengo la seguridad, por nuestro carácter, por nuestras circunstancias, por nuestra manera de discutir, tengo la seguridad, repito, de que se acabaría el debate sobre los presupuestos lo mismo que siempre, esto es, cerca del 1º de julio. Si tuviéramos cuatro meses disponibles, sucedería igual, porque habría más discusión, porque por lo mismo que faltaba mucho tiempo, los Sres. Senadores alargarían los debates hasta el punto de que acontecería lo que ha ocurrido otras muchas veces. Y por algo ha ocurrido siempre lo mismo, y es porque tenemos muchos deseos de discutir, discutimos más que se discute en ninguna parte, y siempre resulta que el debate de los presupuestos termina cuando es necesario que concluya.

Por lo demás, yo espero que ni el Sr. Botella, ni ningún otro Sr. Senador, harán más que cumplir con su deber, y que ese deber lo cumplirán impulsados por su patriotismo y nada más; porque hacer obstrucción a ciertas leyes, que son leyes que sólo favorecen al país, no me parece conveniente; y lo que no es conveniente ni patriótico, no creo que lo ha de ejecutar el Sr. Botella ni ningún otro Sr. Senador. Todavía comprendo que ese sistema se siga para molestar a un Gobierno que se crea que no gobierna bien; pero para hacer daño al país, no lo espero yo de ningún Sr. Senador. Aquí vendrán los presupuestos con más anticipación que han venido otras veces, y se discutirán lo necesario, a fin de que su debate se halle concluido para el 1º de julio; porque en último resultado, Sr. Botella, lo que aconseja el patriotismo es que si falta el tiempo, el que quede se aproveche bien, y si no hay bastante con cuatro horas de sesión, se aumente a seis; y si no hubiera bastante con sesiones ordinarias, se celebren también sesiones los domingos. El país exige de nosotros ése y mayores sacrificios. De manera, que si los presupuestos llegan aquí con un mes de anticipación, yo entiendo que hay bastante tiempo para que, con una discusión tranquila y ordenada, se les pueda dar cima en el tiempo que resta; pero si no, es deber de los señores Senadores no poner obstáculos a las leyes, sino trabajar más, trabajar seis horas y todo el día, como sucede en otros países. No hago, pues, caso alguno de esa especie de amenaza que S.S. ha lanzado, porque puede encaminarse a excitar el celo del Gobierno, cuando realmente el Gobierno no necesita de esa ni de otras amenazas, para que con su celo realice todo lo que deba realizar; y yo le prometo al Sr. Botella, que en cuanto del Gobierno dependa, excitará el celo del Congreso para que acabe pronto todos los trabajos parlamentarios que se refieren a las cuestiones económicas enlazadas con los presupuestos, y que se refieren a los presupuestos mismos, y que en cuanto del Gobierno dependa también, cuanto antes vendrán esos trabajos aquí. Después yo espero que el Senado no se detendrá un solo día, y que sin levantar mano discutirá los asuntos económicos y las cuestiones económicas.

Pero claro está que, como el autor de los proyectos económicos es el Sr. Ministro de Hacienda, y éste no puede encontrarse a la vez en las dos Cámaras, si queda al Senado algún espacio en la discusión de las cuestiones económicas, lo dedicará a aquellos proyectos más importantes pendientes de debate, como, por ejemplo, el relativo a lo contencioso, que no tiene nada que ver con los asuntos de gobierno.

Así es que puede estar tranquilo el Sr. Botella; el Gobierno tiene más interés que S.S. en que los presupuestos vengan pronto al Senado y en que se discutan con aquella latitud que sea necesaria y conveniente a los intereses del país.

También cree el Gobierno innecesaria la excitación que el Sr. Botella entiende que el Sr. Presidente de este alto Cuerpo debe dirigir al Sr. Presidente del Congreso de Sres. Diputados. Este último, de acuerdo con los jefes de las oposiciones en aquella Cámara, está conforme en que cuando el tiempo apremie, debe darse preferencia a las cuestiones económicas que tienen, digámoslo así, plazo fijo, y en que no se dejen de la mano hasta que se hallen discutidas y puedan remitirse al Senado. Con esto me parece que quedará satisfecho el Sr. Botella.

Y a mi vez, ya que S.S. nos ha dirigido tantos ruegos, que su discurso puede muy bien compararse a una letanía, le voy yo a hacer uno; y es que, cuando el Gobierno no tenga la culpa, porque no depende de él, de que el Congreso tarde más o menos tiempo en discutir los proyectos económicos, y vengan aquí un poco tarde, procure S.S. que el Senado dedique todo el tiempo posible a su deliberación y no ponga en práctica ciertos procedimientos que ha apuntado y que no serían conformes, ni con la formalidad de su señoría, ni con los deberes que corresponden al Senador del Reino. Hagamos todos lo que podamos, y de esta manera, créame S.S., no habrá dificultad alguna que no se venza, sobre todo cuando se trata de cuestiones que interesan especialmente al país.

Yo no voy a entrar ahora en una discusión sobre las economías burlescas que S.S. cree que el Gobierno ha hecho. El Gobierno ha llevado a cabo todas la que ha podido realizar, y todavía efectuará las que en adelante crea que es dable introducir sin lastimar los servicios públicos. Yo no sé si esas economías son o no ilusorias y burlescas. Lo que veo es que en el presupuesto presentado constan 12 millones de economías con relación a los presupuestos anteriores. ¿Se han hecho esas economías anteriormente? No ha habido ningún Gobierno que las haya formulado; alguna dificultad existía para ello. Algunas hemos vencido nosotros para lograrlas, y todavía no estamos conformes con esas economías. Ése es el principio; en esa corriente vamos; pero pretender que en un día se realicen todas las economías que al país puedan convenir, cuando se hace en gastos propuestos por Ministerios anteriores y por necesidades del servicio público; eso, permítame el Sr. Botella que se lo diga, es pedir un absurdo, y el Gobierno no quiere incurrir en absurdo alguno. El Gobierno propone las economías que por de pronto puede proponer y se dispone a hacer otras mayores; pero con el tiempo y espacio precisos para que los servicios públicos no se perturben hasta el punto de que el remedio sea peor que la enfermedad.

Yo ya sé que se pueden efectuar muchas economías; pero esas que en un principio quizá redundasen en beneficio de los agricultores, a la postre se traducirán en su daño. Es menester ver cómo se llevan a cabo las economías y andar en esto con un poco de calma y de serenidad. Los señores que han sido Ministros y piden ahora esas economías, ni las propusieron ni las realizaron cuando eran Ministros; alguna razón tendrían. Pero si ellos tuvieron alguna razón para no proponerlas ni realizarlas entonces, no [2138] sé con qué fundamento solicitan que las propongan y realicen en un instante los Ministros actuales. (El señor Fabié: Eso va con el Sr. Gamazo).

Eso no va con nadie; va contados los que han sido Ministros, y que ni han propuestos ni realizado esas economías que ahora parecen tan sencillas, y que, al contrario, han propuesto y realizado, si bien legítimos, grandes gastos y grandes aumentos. Y no me parece, ni a nadie parecerá justo que, después de haber sido Ministros y seguido esa conducta por creerla buena, pidan los que tal hicieron a los actuales que realicen lo que ellos no pudieron ejecutar.

El Gobierno, lo repito, tiene tanto interés como el que más, y naturalmente, por lo mismo que es Gobierno, más que nadie, en hacer cuantas economías se puedan lograr; pero sólo aquellas que estén conformes y sean compatibles con el buen servicio público; que lo primero a que tienen que atender los Gobiernos es a que los servicios públicos se hallen perfectamente organizados. Y es doloroso que, cuando los Ministros hacen, cada cual en su departamento, un sacrificio y llegan a una cifra a que no ha llegado Gobierno alguno hasta ahora, se diga que esas economías son ilusorias, burlescas, que no valen nada. Eso no se puede tolerar.

El Gobierno ha hecho todo lo que ha podido y está dispuesto a seguir haciendo todo lo que quepa; pero ya que no se le agradezca este proceder, no se le combata y no se trate de ponerle en ridículo.

También ha hablado S.S. de no sé qué autorizaciones. Pues bien; el Gobierno no recibirá autorizaciones que no sean procedentes y que no estén dentro de su dignidad y de su deber; pero naturalmente, si al Gobierno se le autoriza para hacer ciertas economías modificando determinados servicios, y si ésa es la voluntad de las Cortes, ¿qué remedio tiene el Gobierno más que aceptarlas? Pero de todas maneras, no hay aquí transacciones, ni tratos, ni contratos con nadie, y sí solamente que el Gobierno está dispuesto a hacer por de pronto ciertas economías y a continuar realizando todas aquellas que los servicios públicos permitan.

En este sentido, pues, aceptará todo lo que las Cortes se dignen proponer, siempre que esto, como es de esperar, se halle en armonía con su dignidad y su deber, como he dicho antes.

Por lo demás, claro es que si estas Cortes manifiestan el natural deseo de que en un plazo breve se hagan ciertas y determinadas economías, esto obligaría a este Gobierno y al que venga, por más que este acuerdo no podrá comprometer nunca a las Cortes venideras, puesto que éstas tienen el mismo derecho que aquéllas, y si las actuales creen que deben hacerse economías y otras entendieran que debían transformarse los servicios de otra suerte, obrando ambas con el mismo derecho, sus decisiones serían igualmente respetables. Pero reconociendo la facultad que para proponer una cosa contraria a la que ahora se pide, corresponde a las Cortes que a éstas sucedan, lo natural es que entrando en la corriente de las economías, éstas y otras Cortes, si la corriente está bien justificada, y si como yo creo, ciertos clamores, no todos, son razonados y justos, estas Cortes los atenderán como las otras que a ellas sucedan.

Ahora bien, esté seguro el Sr. Botella de que el Gobierno no aceptará nada que no se halle dentro de su dignidad ni de las atribuciones que al Gobierno corresponden, porque si, lo que no es de esperar, las Cortes impusieran al Gabinete algo que éste no creyera que debía aceptar, ya sabe el Gobierno cuál es su deber y el camino que ha de seguir.

Me parece que he contestado convenientemente al Sr. Botella, y me alegraría que quedase satisfecho; pero por si alguna duda le asalta, debo decirle que estoy dispuesto a resolvérsela con el buen deseo que me anima siempre ara complacer a S.S. igualmente que a todos los demás Sres. Senadores. [2139]



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